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Lo que aprendí facilitando el programa AIPM: más allá del hype, más cerca del valor

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¿Qué pasa cuando líderes de producto tradicionales descubren que pueden integrar IA sin ser expertos técnicos? En este artículo comparto mis aprendizajes como facilitador del programa AIPM, desde los grandes aha moments hasta los desafíos reales de aplicar IA con criterio. Spoiler: a veces, lo más inteligente es no usar IA.

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Hace unos meses lanzamos la segunda edición abierta del programa AIPM – AI Product Management. Si bien ya veníamos testeando el contenido en sesiones internas y pilotos, esta edición volvió a sorprenderme. No por la tecnología, sino por las personas.

Llegaron con ideas potentes. Chatbots, sistemas de reconocimiento de imágenes, herramientas para asesoramiento financiero, soluciones de productividad personal… un verdadero festival de creatividad aplicada. Pero más allá de la diversidad de casos, hubo un patrón que se repitió en casi todos: la inteligencia artificial sigue siendo vista como una caja negra. Mágica, lejana, para unos pocos.

Y ahí, en ese espacio de duda y distancia, ocurrió el primer gran aha moment del programa: cuando los participantes descubren que la IA no solo está más cerca de lo que pensaban, sino que pueden usarla hoy, en sus productos reales, sin ser científicos de la NASA. Ese momento en que se dan cuenta que pueden integrar modelos, testear prompts, automatizar evaluaciones… y hacerlo bien. Con criterio. Con impacto.

Pero quizás lo más revelador no fue lo que sí podían hacer con IA, sino lo que no necesitaban hacer con IA. Muchos llegaron con la idea de que debían subirse al tren de la inteligencia artificial para estar a la altura, y se fueron entendiendo que el verdadero poder está en diferenciar cuándo una solución requiere IA y cuándo no. Que hay caminos más simples, menos costosos, más sostenibles. Y que eso también es estrategia.

Durante el programa vimos cómo el entendimiento del entrenamiento de modelos, el fine-tuning, la observabilidad o el método A-DIAL se iban incorporando con fluidez. El módulo de LLM-as-a-Judge –donde enseñamos a usar un LLM para evaluar otro– fue uno de los favoritos. También sorprendió lo rápido que se apropiaron de conceptos complejos como el cognitive friction mapping para alinear soluciones con necesidades reales.

Sin embargo, también hubo desafíos. Uno en particular se repitió: la dificultad para expresarse con claridad al escribir. Puede parecer menor, pero en el mundo de los LLMs, donde cada coma importa, se convierte en una barrera crítica. Y al mismo tiempo, en una oportunidad de mejora transformadora.

Facilitar este programa me dejó una certeza: la IA no es una tecnología exclusiva, es una competencia cada vez más distribuida. Y quienes tienen la voluntad de aprender, iterar y aplicar, pueden convertirse en líderes de producto capaces de generar soluciones más inteligentes y estratégicas.

Eso sí: como en todo lo que vale la pena, se nota quiénes se comprometen con la práctica y quiénes solo observan desde la tribuna. Los que semana a semana aplicaron los contenidos a sus proyectos vieron crecer no solo sus soluciones, sino también su confianza y protagonismo. Pasaron de estar llenos de dudas a tener claridad, foco y ambición.

Hoy, más que nunca, creo que gestionar productos con IA no es solo saber de IA. Es saber de producto, de problema, de personas… y de cuándo decir que no.

Si te interesa ser parte de esta experiencia, la próxima edición del programa ya está publicada.

Pero más allá de eso, si estás liderando productos y quieres conversar sobre cómo incorporar IA de manera efectiva, escríbenos. Estamos del otro lado.